La absorción rápida de los geles hidroalcohólicos crea la falsa sensación de evaporación total en la piel. Nos creemos que sus componentes han desaparecido totalmente de la epidermis y, sin embargo, se mantienen en su superficie por un tiempo prolongado por lo que la incidencia de los rayos del sol puede desembocar en un alterar la pigmentación (oscurecimiento de la piel) en el mejor de los casos, o en una quemadura, en el peor de los casos.
Como alternativa, se aconseja lavarse las manos con agua y jabón que es una medida de seguridad frente al contagio por coronavirus y no entraña riesgo para la salud de nuestra epidermis.
Por otro lado, es importante tener en cuenta el riesgo de quemaduras al tomar el sol tras un periodo de baja o nula exposición al aire libre debido al periodo de confinamiento vivido como consecuencia de la pandemia.
Las restricciones han coincidido con el paso del invierno a primavera que en nuestra área geográfica supone un cambio gradual de incidencia de radiación solar. En circunstancias normales y con nuestros hábitos sociales de vida en exterior (paseos, terrazas, encuentros al aire libre…) se hubiera producido una aclimatación progresiva de nuestra piel. Sin embargo, nuestro sistema pigmentario aún mantiene niveles de melanina bajos, ya que está vinculado al impacto de radiación ultravioleta en la piel.
Por ello, hay que hacer hincapié en respetar las pautas de protección tradicionales vinculadas al inicio de la campaña estival: Es muy importante evitar la exposición directa a la luz solar en las horas centrales del día (entre las 11 de la mañana y las cinco de la tarde), no hay que olvidar echarse crema de protección de un factor elevado (FPS 30-50) y replicarla cada dos horas especialmente si se ha tomado un baño o se ha transpirado en exceso«, las zonas en las que hay que prestar especial cuidado: áreas sensibles como las orejas y cuero cabelludo que suelen quemarse con mayor frecuencia.
Por último, recordamos que nuestro organismo produce Vitamina D tras la exposición a la luz del sol. Este micronutriente refuerza nuestro sistema inmunitario y por consiguiente reduce nuestro riesgo de infecciones además de ser necesario en absorción de calcio. Por eso, García Montero recomienda exposiciones solares breves para aumentar los niveles séricos de vitamina D complementadas con una dieta que incluya los alimentos que pueden aportar esta vitamina, como el salmón o las sardinas.
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