En las primeras semanas de la pandemia del coronavirus, una de las esperanzas que había era que con el avance de la primavera, la llegada del verano y las altas temperaturas, el coronavirus se debilitara. Pero no sólo no ha sido así, sino que en muchos lugares del mundo, se está viviendo ya una verdadera segunda ola. ¿Por qué el verano no ha derrotado al virus?
Como recuerda Gizmodo, muchas enfermedades respiratorias son estacionales: es el caso de la gripe. Fue el motivo por el que muchos pensaron que el coronavirus se comportaría igual. Tenía, además, una base científica: el virus está recubierto por una capa grasa externa, la membrana lipídica, que suelen degradarse por las altas temperaturas. Además, los rayos UV del sol matan muchos virus. Pero frente a esto, ha habido otros factores, que han superado el efecto verano.
Así, el nivel de inmunidad del coronavirus es mucho más bajo que el de otras enfermedades. Es nuevo y no encuentra a personas resistentes en su deambular por todo el mundo.
“La falta de inmunidad de la población termina siendo el factor clave que impulsa la propagación de nuevos virus como el SARS-CoV-2. Este factor se sobrepone a cualquier señal del clima. Cuando todos son susceptibles a contraer un nuevo virus, puede propagarse muy bien, sin importar las condiciones climáticas”, dijo a Gizmodo Rachel Baker, investigadora de la Universidad de Princeton y autora de un estudio sobre la estacionalidad del Covid-19.
Dentro de unos años, con el aumento de la inmunidad de la población, el coronavirus sí podrá convertirse en una enfermedad estacional, como la gripe, opina Baker.
Otro dato de por qué el verano no ha acabado con el virus es el llamado efecto paradójico del verano: las temperaturas elevadas en lugares muy calurosos hacen que las personas permanezcan en casa o interiores con aire acondicionado, sin ventilación, circunstancias que hacen que las gotas de los virus permanezcan más tiempo.
En general, la reapertura de bares, la relajación en la distancia física y la apertura de fronteras pueden ser factores más poderosos que las altas temperaturas del verano para luchar contra el virus. “Siempre que haya personas que se agrupen en interiores, sin practicar medidas de distanciamiento social, deberíamos esperar que este virus se propague con facilidad”, dice Rachel Baker.
Por eso, los científicos están preocupados de que a este nulo efecto del calor en el virus se sume la llegada del otoño y las bajas temperaturas, de tal manera que impulsen segundas olas de contagios.